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cuentos de ana

Estoy haciendo de la peque una montañera, apenas levanta seis palmos del suelo, y sus pies son dos pulgas enfundados en unas botas, pero ella disfruta con los pios y las flores, hace acopio de bellotas y piedrecitas para poner a cocinar en una olla diminuta:

Por las tardes salgo al monte voy caminando despacito, entre dos gigantes. Al cruzar la verja se pasa por entre zarzas y me suben en brazos para que no me pinche, luego enseguida llegamos a un camino de piedrecitas y arena. Es un camino ancho entre dos paredes de hierbas y tojos. Caminamos por el medio para no pincharnos con las ramas y yo llevo los brazos en alto para poder cogerme de las manos de mis gigantes mientras subimos la primera cuesta. Me canso un poco, pero sólo un poco. En lo alto, alto de un muro hay un perro que siempre nos ladra, ¡calla can!, le digo, pero el sigue ladrando, Gonzalo, el más grande de los dos gigantes, me dice que ladra porque el también quiere pasear con nosotros, pero a mi me da miedo y me cojo fuerte de su mano, como él es aún más grande que el perro seguro que le asusta y no se atreverá a saltar. Cuando el perro se calla, se escuchan los pajaritos, ellos también están de paseo, y cantan… a mi me gustaría cantar; sol, solito, caliéntame un poquito…pero no me acuerdo muy bien de la letra, además si canto no puedo mirar a todas partes. Hay nubes altas que corren entre los árboles y ayer vimos a un helicóptero, era rojo y blanco, y el avión que vimos después era blanco, iba muy deprisa y por el culo le salía una nube blanca también. La abuela giganta me ha dicho que se iba a Barcelona a ver a la tía Marta y a la abuela Mercedes, pero el avión era muy pequeño y no sé si Marta lo verá, pero si lo coge cuando llegue, se lo podría meter en un bolsillo y así luego vendrán con él hasta aquí. Yo en los bolsillos me guardo las bellotas y las piedrecitas. Me gusta mucho coger bellotas para la comidita de mis bebés, son como las croquetas que me pone papi. También hay bellotas con sombrero, pero el sombrero se cae y lo pierdo, además se me rompe en los bolsillos… me gustan más las bellotas sin sombrero. Y las castañas, cuando pasamos entre unos  árboles altos, había bolas con pinchos en el suelo, las castañas están dentro. Los pinchos se llaman erizos. Los erizos pinchan mucho, no se pueden coger con la mano. Gonzalo y la abuela los pisan  y dentro salen las castañas pero a mi no me salen cuando los piso porque tengo los pies pequeños. Cogí tres castañas y cuando llegue el invierno las pondremos en la chimenea y se las daré a los bebés, será comida de verdad. También he cogido flores, cada día cojo unas flores antes de llegar a casa, amarillas y azules, las azules son pequeñitas y las amarillas tienen unas ramas verdes muy duras, yo no puedo arrancarlas, me las cogen los gigantes. Y hay otras flores que tienen una bola de estrellitas, soplas y salen volando todas las estrellitas. En el camino hay muchas, pero sólo cogemos las que tienen la bola grande. Hoy cogí una  grandota para llevarme a casa pero en dos pasos salieron volando solas todas las estrellitas. Cuando se caen las estrellitas es una flor fea, así que la tiré y sólo me quedé con las amarillas y dos azules chiquitinas, cuando llegue las pondremos en un jarrón para mami.

Ana, ha recuperado los cuentos que me escribe por mi cumpleaños... digamos que este fue el primero de unos cuantos...

Muchas gracias, reina de la república independiente de Cacheiras... gracias, por cada una de tus letras :) 

Marta, 7.5.97

Erase unha vez que se era, unha rapaza na eira,

cálida como un mencer de vran, dourada como un grau de millo.

brinco de volvoreta con espigas por cabeleira

vestida cun grande sorriso e dous luceros en sarillo

Un domingo de maio, hai agora vintecinco anos

Erase unha vez que se era, unha rapaza larpeira

Nada en día de folgar e alegria, bebeu da vida a canos

Encheu a todos de ledicia desde a mañá primeira

Cun corazón duas tallas máis alá das habituales

Erase unha vez que se era, unha rapaza senlleira

Grande e fermosa, espalla simpatia a raudales

e ilumina coa mirada a quen se achega a súa veira

Sen esquecer un bico azul para quen con amor a arrolou

Erase unha vez que se era, unha rapaza brincadeira

bicos que navegan polo vento e a voz da aboa achegou

Agarimos revividos, a flor máis bella da primaveira

Camisiña e canesú, moneca de sol vestida de mar

Erase unha vez que se era, unha rapaza de Cacheiras

Meniña grande dos meus ollos nunca te canses de amar

Deixa que as penas e as tristezas pasen por ti silandeiras

E non te demores con elas máis do que sexa preciso

que se de todo conven aprender, é máis que nada das alegrías

das que acopio debes facer, para ter sempre un sorriso

con que alimentar as tardes sombrías.

La soñadora descalza.

Había una vez una mujer muy soñadora durante el día y muy despierta por las noches. En cuanto se acostaba empezaba a rebuscar en el baúl de las hadas antiguos secretos y nuevos sueños. La víspera de su treinta y cinco cumpleaños se puso a soñar que volaba y tantas ganas le entraron que se fue directa a la caja de las cosas olvidadas y allí encontró las  zapatillas de siete leguas que le había regalado su madre cuando cumplió quince años. Sólo se las había puesto una vez, y nada más anudarlas había dado tantos brincos, que se las sacó asustada y las guardó hasta ver si con el paso del tiempo se calmaban.

Después con los amores y llantos de la adolescencia, se olvidó de ellas hasta esa noche que las encontró envueltas en un papel de celofán de color rojo brillante. Eran unas flamantes bailarinas de color fucsia con dos pompones amarillos como dos soles. Dentro había un cartel con las instrucciones: Úsalas sólo de día, con la luz de la luna las bailarinas se diluyen y puedes acabar descalza. Esa noche la pasó en vilo imaginando los sitios a los que podría llegar, los países que visitaría, las personas nuevas que iba a conocer en su viaje y todas las aventuras por descubrir. Y casi sin darse cuenta el amanecer le sorprendió hablando sola con sus zapatillas. Los pompones la escuchaban sorprendidos, pero abiertos a cualquier destino con tal de no pasar más tiempo apolillados entre los recuerdos.  En cuanto vio que la luz entraba por su ventana se las calzó, y en un tris tras se vio en medio de un bosque de pinos. Allí  se encontró con un  sialgundía que volaba de copa en copa y que al verla se puso a cantar con el pico hacia las nubes. 

Si algún día estás alegre, comparte la sonrisa y te la devolverán repetida

Si algún día estás triste, aprovecha para cantar en voz alta, los pulmones y la mente se ensancharán y las tristezas marcharan

Si algún día amanece nublado, pinta un hermoso paisaje con arco iris en tu ventana

Si algún día te levantas con ganas de comerte el mundo, ponte una servilleta y reparte el botín entre los cercanos

Si algún día echas de menos a personas, acude a su encuentro, te aguardan con los brazos abiertos

Si algún día te sientes recompensada por tu esfuerzo, date unas volteretas de satisfacción

Si algún día tienes algo que decir, grítalo muy fuerte pero en voz calma para no asustar a los pretenciosos

Si algún día quieres venir conmigo, hazte pequeñita y tu corazón se hará grande 

Y ella se fue volando con él de copa en copa hasta que con tanto ejercicio empezó a sentir hambre y sólo era capaz de pensar en como estaría aquel sialgundía frito al ajillo, pero luego lo pensó mejor y se conformó con imaginar un asado de cabrito con patatitas doradas y setas y zanahorias y… La boca se le hizo agua, el agua se hizo mar y al estornudar le salieron dos peces plateados con ojos redondos como rosquillas.  Miró golosa aquellos ojos y dudó un instante en hacerlos servir de postre, pero apenas le iban a llegar a un diente así que se agarro a las colas de los peces, uno en cada mano, y de un salto se plantó en medio del océano. Fue surfeando con ellos por las olas hasta que por fin divisó entre las nubes un pueblo blanco y azul.

La perspectiva de volver a pisar tierra firme y la posibilidad de una mesa con mantel y viandas le hizo volar de felicidad, así que soltó a los peces y se sumergió en unas angostas callejuelas que la condujeron hasta una plaza grande y cuadrada. En medio de la plaza había instalados numerosos puestos de feria con toldos rayados. Buscó con la mirada un bar, se conformaría con una cerveza con olivas… Pero aquella feria resultó ser sólo de cosas intangibles y poco comestibles para su desgracia.

En el primer puesto en que se detuvo se encontró con una vendedora de palabras. Las llevaba ensarilladas en finos hilos de tejer historias, un sarillo por cada letra del abecedario.  La vendedora cacareaba las alabanzas de su mercancía mientras hacía ganchillo con letras góticas:

Aros y anillos para anudar abrazos y aventuras

Besos y botones para bebedizos y bordados.

Busca, busca entre las burbujas la brisa de mil banderas.

Cada casa es un castillo, cada camisón un camino que cubre el cuerpo con cálidas caricias

¿Dónde está la doncella, dúctil como la danzarina, dulce como esta deriva hacia la diversidad?

Entonces se escribió la enrevesada enseñanza de ella y él entre elevados y eléctricos esbozos

Focas felices fueron de fiesta en fiesta hasta que el futuro sólo fue un fino y frágil fin.

 

Aquellas palabras no le decían gran cosa y la vendedora, tan entretenida como estaba con su ganchillo gótico, tampoco le hacía mucho caso, así que después de la letra f se fue con la música hasta otro puesto en el que regalaban versos de humo. Un marinero de pelo y barba blanca hacía versos con el humo que salía de su pipa…  

Aquí estoy detenido en esta plaza como si nadie ni nada pudiera inquietarme. Pero sé que un futuro me aguarda sin pausa ni plazo fijado.Una brisa de mar me detiene entre pensamientos cercanos. Y vuelo en su búsqueda bajo el impulso del fuego que me da vida. Ven pues mi amiga, caminemos juntos entre las nubes. Hasta que sólo seamos un punto gris entre la fina lluvia de mayo. Las letras salían lentas y deshilachadas por lo que estuvo un buen rato sentada a su lado hasta que el tabaco de pipa se consumió, y el viejito se fue volando detrás del humo. Entonces ella se levantó y le siguió en la búsqueda de aventuras por el aire. Aún tenía muchas cosas que ver y descubrir, pero ya el día comenzaba a declinar. 

Un perfume de glicinias y lilas le sorprendió en pleno vuelo y le trajo recuerdos de una infancia lejana. Buscó con la mirada la casa de donde provenía aquel olor conocido y así llegó hasta una habitación orientada al sur y dentro de la habitación había una cama grande y dentro de la cama una soñadora y dentro de la soñadora una sonrisa. Los pompones buscaron cobijo entre los dedos y se pusieron a bailar al ritmo de una canción que surgía desde el interior de la casa:

Duerme mi niña duerme que yo velo tus sueños en la distancia

En cada mejilla un beso te doy cada noche

Y cada día cuando despiertas a tu lado estoy 

Cuando el amor te sorprende yo bailo contigo

Y cuando las lágrimas acuden yo te presto mis ojos

Una dulzaina entona una canción de despedida

Y la glicinia llora porque se va la primavera

Sin saber que en verano volverá a florecer contigo 

Por un instante pensó que era un espejo lo que tenía delante, pero  más tarde se dio cuenta que era sólo el cristal de la ventana, que era ella y no era, la que sonreía mientras dormía. El perfume dulzón de la glicinia le había dejado un sabor triste y un par de lágrimas resbalaron por su cara hasta los pompones que se cerraron al sentir el roce húmedo. Dos damas de noche del color de la luna brotaron en sus bailarinas y entonces se dio cuenta de que el sol estaba a punto de esconderse. Las horas habían pasado mucho más rápidas de lo que ella había calculado, muy pronto sus bailarinas serían sólo agua tibia entre sus pies. No había tiempo que perder, corriendo, corriendo, enfiló el viaje de regreso. Era su cumpleaños y no podía llegar tarde a la cita. 

Al llegar a la ciudad era casi de noche, tuvo miedo de perderse porque en la distancia los edificios le parecieron todos iguales, pero por suerte en el balcón de la casa de su abuela  habían construido una torre con empanadas, tortillas, ensaladas, verduras y canelones y en lo más alto de todo estaba la abuela encaramada con un cazamariposas en una mano  y una tarta de cumpleaños en la otra, y en cuanto la  vio aparecer, ¡zas!, la cogió al vuelo para que no se lastimase al aterrizar.

La entrada fue una cabriola limpia y ágil pero ninguna de las dos pudo evitar que se cayeran las últimas gotas que quedaban de sus bailarinas. Sintió un poco de añoranza al verlas desaparecer entre las baldosas, pero sólo fue un instante; siempre hay día en que  los regalos se pierden y los sueños se diluyen, pensó.  Además no importaba, ahora ya estaba en casa y podía andar descalza, así que se despidió con cava de sus zapatillas de siete leguas y brindó con su abuela y el resto de la familia por un nuevo viaje sobre suelo firme.  

Y siguió soñando que soñaba, y al despertar esa mañana de su treinta y cinco cumpleaños, le llegó por las ondas un olor dulce de lilas y glicinias que puso en su mejilla un beso grande de felicidades.  

(Cacheiras, 7 de Mayo de 2007)

 

Y colorín colorado, este ha sido mi cuento de cumpleaños... hasta el año que viene!!!

Un cuento de difuntos, espero que lo disfruten tanto como yo. Recuerdo la primera vez que lo leí... (ni la cocina de Cacheiras era lo que es) me encantó. Y aún hoy es capaz de arrancarme una sonrisa. Gracias Ana.

RECEPCION EN LEREZ

Ese día había una animación fuera de lo habitual en el cementerio de Lerez. Se esperaba la llegada de una nueva residente y eso era siempre un motivo de alegría en aquel lugar donde no abundaban las novedades.

Las dos ánimas que residían en el panteón de la entrada estaban hablando entretenidas y mientras, vigilaban el camino del pueblo al cementerio para poder avisar a las demás de la llegada del duelo.

En cuanto atisbaron los primeros coches fúnebres por la pista salieron corriendo, hacia la tumba abiera.

–Ya está aquí, corre avisa a los de la E-7, que están a punto de entrar y tenemos que prepararlo todo para recibirla como se merece.

–¿Es hombre o mujer?.

–Mujer, me lo comentó la de la F-4. Ya sabes, la del panteón con las cortinitas de gradalux. Esa siempre se entera de todo porque recibe a diario la visita de su mejor amigo en vida. Su amigo y según cuentan algo más… Bueno, la verdad es que eso aquí ya no importa, pero como de todo se habla… ¿Y qué ibamos a hacer si no?. Tenemos toda la eternidad por delante para hablar… Como te decía, la de la F-4 sabe todos los chismes del pueblo por su…, bueno lo que fuera. Viene todos los días y se queda siempre un buen rato hablando con ella como si todavía estuviera con él en el otro mundo. A ella no le importa ya nada de eso, claro. ¿Cómo le va a importar lo que ocurre allí?, pero lo hace por consideración… Lo de aguantarle, quiero decir. Me lo dijo ella misma. A estas alturas y después de tanto tiempo fuera, no le va a hacer un feo. Aunque el otro, su amigo o lo que fuera, no se iba a enterar. Ya se lo dije hoy cuando la fui a buscar para que viniese a recibir a la nueva… –No puedo ir. ¿No ves que está aquí Carmelo?, me dijo– Pues también, para una novedad que tenemos, si Carmelo no la va a echar de menos… Nada, me dijo que no podía hacerle el desprecio de dejarle hablando solo… Aunque yo creo que tiene que estar ya más que aburrida de escuchar siempre los mismos chismes… Pero bueno, a veces se entera de algo interesante, como lo de que iba a llegar una nueva. Carola creo que se llama.

–¿La de la F-4?

–No, la nueva. Menudo nombre para una ánima. ¿No te parece?. Claro, que aún los hay peores. Algunos de los que llevan por aquí más de noventa años tienen nombres muy graciosos, como el de la F-9, Restituto. ¡Ja, si suena a cuento!. Pero si lo vieras, todo engominado… No está nada mal. Lo dejaron muy arregladito para aquella época. Es una ánima antigua pero joven, no tendría más de treinta y ocho o cuarenta cuando vino. Las ánimas mujeres, por lo general, somos más viejas, setenta u ochenta casi todas. Duramos más en el mundo de los vivos, y claro, cuando llegamos aquí casi no valemos para nada. ¡También que gracia, toda la eternidad de viejas achacosas!. Ésta que viene no, ésta es más joven, de mediana edad, como dicen fuera, cuarenta y siete años, creo.

Mira, mira. Ya entra en hoyo su cuerpo, va a salir pitando. Tanto hablar y casi se nos despista.

¡Pues si que la han dejado guapa a la pobre con esa túnica blanca!. Desde luego, si a ellos les dijesen que tenían que pasar un solo año con una túnica de tela rasposa, seguro que se tiraban las manos a la cabeza, y para nosotras, con toda la eternidad por delante... ¿no se les puede ocurrir nada mejor?. Menos mal que ya no sentimos ni frio ni calor, pero no me parece muy decente, que quieres que te diga, a fin de cuentas aquí hay de todo, y porque seamos ánimas no tenemos por que perder los modales… ¿No opinas tú también asi?...

Bueno, vamos a buscarla, que la pobre debe estar ya hasta el moño de tanto duelo. Como si no hubiera soportado bastante a esos vivos pesados.

 

–Hola, ¿se puede?. Somos del comité de recepción. Veníamos por si está aburrida y le apetece dar una vuelta. Le acompañariamos encantadas.

–¡Pero como se atreven a interrumpir así el responso!. Con lo mirado que es el señor cura para estas cosas. ¿No ven que esto es un duelo?

–Sí, claro, claro que lo vemos, y por eso mismo estamos aquí. Venimos a presentarnos, ya que nos va a tocar ser vecinas, nos parecía lo correcto.

–¿Vecinas de qué?. Yo estoy muerta, ya no tengo ni vecinas, ni a nadie. Miren, miren como lloran todos. Hasta mi sobrina ¡Ay, da gusto ver como me quería!

–¿Esa de la mantilla negra por la cara?. Esa es una pájara, y no llora de corazón; me lo dijo de buena tinta la de la F-4. Esa lo único que hizo fue aprovecharse. Vino a última hora para quedarse con la casa. Como era la pariente más directa… Para que no hubiera dudas, vamos.

–¿Y usted, cómo se atreve a hablar así de mi familia?. Mi sobrina será una pájara, eso ya lo sé yo, pero es mi familia y no consiento que nadie se meta con ella. Así que déjeme tranquila escuchar al cura, que ahora va a hablar de mi.

–Pues sí, ¡Bonito discurso!. Como ese tenemos todos los días, pero luego nada, si te he visto no me acuerdo. Además nosotras lo único que queríamos era ser educadas. Enseñarle un poco esto, presentarle al resto de los residentes… Vamos, todas esas cosas de gente que ha tenido en vida una buena educación…

Este sitio es muy bonito y tiene mucha animación. Pequeño pero muy bien montadito. Aquí casi todo son panteones. ¡Y puestos a la última, no se crea!. Mire, ¿no ve?, la mayoría tiene puertas de aluminio, y los hay con ventanas regulables, y hasta hay uno, el de la F-4, con cortinas… A esa ya la conocera, hoy no ha podido venir porque tenía visita. Su panteón es digno de ver, cuidadito y limpio como una patena, no como el resto, que sólo los limpian por el patrón. Luego iremos a verlo, y si no, ya tendrá oportunidad otro día, porque nos solemos reunir en él todas las de esta zona. ¡Sólo ánimas mujer, eh!... Las ánimas hombres son insoportables, siempre paseándose con aires de superioridad y hablando de batallitas… que si en Cuba, que si en Marruecos, en la del 36… ¡Bah, un latazo!.

Pues si, yo creo que el de la F-4 es el mejor. Aunque mi amiga –la ánima que se acaba de ir para avisar al resto de su llegada– es de otro criterio, para ella todo estaría mucho mejor como antes, con las verjas de hierro forjado y las piedras al aire sin nada de pintura. Del aluminio no quiere ni oir hablar… Yo en cambio, lo encuentro mucho mejor así. Porque, es lo que yo le digo siempre a ella, si todo cambia, por qué nos van a dejar a nosotras con aquellos trastos viejos. Para antiguallas ya estamos nosotras, aquí donde me ve, ya llevo más de treinta y cinco años en este sitio.

–Entonces, se murió usted muy joven. ¡Vaya mujer, que pena!.

–No, que va, a los setenta y cinco, lo que pasa es que como ya no cambiamos pues aún me conservo… Tú tienes suerte. Me permites que te tutee ¿no?; como vamos a ser vecinas de eternidad más vale que dejemos a un lado los formalismos. Sí, tienes suerte, se lo decía yo antes a mi amiga. Pasar a la eternidad a los cuarenta y poquitos años, no importan unos más o menos, está muy bien. Aún eres ágil y te puedes mover con soltura…

¿Y yo, que te estaba contando?. ¡Ah, sí, que a mi compañera no le gustan los azulejos, ni las velitas con protectores de plástico tan monas y cómodas, ni ninguna otra novedad… Bueno, ahora que no está ella, te diré que lo que le pasa es que es un poco cursi. Hace poco que ha llegado y en vida fue una señorona de mucho postín. Con decirte que tiene panteón familiar con capilla y cripta. Pues aún se debe creer algo por eso. ¡Fijate tú, cómo si aquí importara algo su grandeza!.... Para qué queremos nosotras esas velas asquerosas, con el humo y el olor que sueltan… Pero aún eran mucho peor las palomitas. Antes cuando me las traían yo siempre tropezaba con ellas y ¡zas!, todo el aceite por el suelo. Se ponía todo pringosísimo hasta que se secaba. Porque, como yo ya no me valgo para estas cosas… ¡Ja, si estuviera viva!. Iba a tener mi panteoncito como los chorros de oro. Como tenía mi casa antes, sencillita pero limpia. Lo único que no soporto son las flores de plástico. Habiendo por aquí tanto jardincito, hay algunos vivos a los que se les ocurre traer flores de plástico. Una vez que vino a verme mi bisnieta y me trajo esos sucedáneos de flores, no paré hasta que tiré rodando fuera el jarroncito. Se llenan de polvo y se ponen feisimas, ya te he dicho antes que yo no soporto la suciedad…

Oye, qué suerte has tenido con morirte estos días. Bueno con llegar aquí, ya estoy yo hablando como los de fuera. Claro, como tu eres nueva, no me hago… Eso, que has tenido mucha suerte con llegar en vísperas del patrón, que es cuando esto se pone más animado.

–¿El patrón?, pero si es por el verano y estamos a finales de octubre. ¿Qué pasa, tantos años aquí te hacen chochear?. ¡Bien que sé yo el día en que estamos hoy!... “Doña Carola Rodriguez Piñeiro, fallecida el 28 de Octubre de 1988… tarará, tarará, tarará…”. Quería que encargaran unos recordatorios, pero seguro que mi sobrina se ha olvidado. Ahora os los podría repartir, me servirían de tarjeta de presentación.

–La que chochea serás tú. Aunque como eres nueva, y todavía no te enteras, se te perdona. El patrón aquí, es a primeros de noviembre, por difuntos. El santo de las ánimas. A partir de mañana esto se llena de vivos. Vienen con la excusa de limpiar y arreglar las tumbas, pero en el fondo a lo que más se dedican es a cotillear. ¡Si yo te contara algunas historias que tengo escuchado!... Pero sí, estos días da gusto con tanta animación y florecita como traen. Arreglan los jardines, ponen velitas, limpian… lo dejan todo como nuevecito… Y nosotras, ¡ala!, toda la tarde de aquí para allá, paseando, comentando las novedades… Por la noche es la fiesta grande. Salimos de paseo por los alrededores y algunas, las más atrevidas se acercan a la ciudad para meter sustos a los vivos. Yo no puedo, a mis años ya no estoy para cansarme mucho, pero tú que eres joven, seguro que encuentras otra ánima que te acompañe si quieres ir. ¡Ya verás que bonito!, con las lucecitas fosforescentes de los huesos de procesión por la noche… Si, has tenido mucha suerte con llegar justo para el patrón.

Ya ha terminado de hablar el cura, ¿no?. ¿Te dijo algo interesante?

–No, ¡que va!. Siempre dice lo mismo. Seguro que mi sobrina ha encargado el entierro más baratito, y claro, si no hay una buena propina, ya se sabe… Es una buena pájara mi sobrina.

Mira por ahí llega otra vez tu amiga, ya podemos ir a visitar todo esto… Oye una cosa, ¿Tú siempre hablas tanto?.

–¿Yo?, esto no es nada. ¡Si me hubieses conocido viva!. Entonces si que le daba a la lengua, pero aquí, no mucho. Sólo con las nuevas me puedo explayar un poco, las demás enseguida me cortan. Claro, como ya se lo saben todo… Pero es que aquí, ¿Qué más se puede hacer?...

 

Y mientras los coches negros se alejaban y el sepulturero maldecía a la muerta y a sus parientes por la poca propina que le habían dado, las tres ánimas se fueron en animada conversación, comentando los preparativos del día grande.

 

"Cuentos de Primavera"

se ha terminado de imprimir

en el taller de la Imprenta AgIB,

una tarde de junio de 2006.

reina de la república independiente de la piscina verde... ha sido un placer trabajar con tus textos, ha sido un gustazo buscar y encajar imágenes y requisitos de la práctica-excusa... ha sido excitante la impresión (registrará o no registrará...), el manipulado... han dejado de asustarme los futuribles de la encuadernación (cosido, grapado, encolado...), la guillotina... (medida de corte refilado... baja pisón, aplasta los lomos... un corte...otro...ya va pillando el arte final...).


Encontré este "simplepost" entre los borradores de la bola caracola.
 
(07/05/06) 
Hoy estamos de aniversario... 34 y con estos pelos!!!...cuando se acerca el día de mi cumpleaños me vuelvo infantil... mamá, quiero mi cuento de cumpleaños, me has escrito ya el cuento de cumpleaños...quiero mi cuento, quiero mi cuento... y a mi madre no le queda más remedio que sentarse frente a la hoja en blanco y comenzar a tejer palabras... si yo soy una pescadora de almas (para la comuna de vejez) ella es una tejedora de palabras...no recuerdo cuando iniciamos esta tradición pero ahora se ha convertido en el elemento sorpresa esperado... ella dice que siempre son sobre lo mismo (sobre mí, claro)...pero a mí me suenan diferente cada año...esta vez me ha tocado ser una noma acuática Riendo... y qué "lindo" escribes, condenada... escribe sobre lo que conoces, fue una recomendación tuya en la época de aquel taller de literatura... raro, raro, raro... te acuerdas?...

LA NOMA ACUÁTICA Y LA TEJEDORA DE SUEÑOS
Hace años hubo un invierno muy muy lluvioso, tanto, que entre las ramas de los rosales nacieron fuentes y debajo de los árboles se abrieron pozos… Una de estas fuentes brotó muy cerca de la casa de una tejedora de sueños pero toda la riqueza del nuevo manantial se escapaba por debajo de la tierra y los cimientos… Esta casa es una ruina, pensó la tejedora, se pierde el agua y se agrietan las paredes, así que decidió hacer una traída del caudal de los inviernos para llenar la piscina en verano… Y dicho y hecho, avisó a unos amigos y entre todos dispusieron cañerías, llaves de paso, depósitos… y ella se sentó a tejer un tapiz con sus sueños mientras duraba el ajetreo…

Siempre andaba metida en obras, siempre planeando futuros pero luego los futuros se abrían camino ellos solos, como el agua que llegó hasta su casa aquel invierno…

Porque lo que ella no sabía era lo que iba a pasar después con sus obras…

Un buen día de primavera se encontró que por el grifo del lavabo salían barquitas, pequeños paraguas, tablas de surf que parecían palillos y todo un enjambre de diminutos utensilios acuíferos… Estaba claro, el pozo del jardín estaba habitado y al taponarlo sus habitantes habían tenido que buscarse un sitio dentro de las cañerías… Uno tras otro fue recogiendo aquellos utensilios, pero cada día aparecían nuevas cosas, ya tenia dos habitaciones casi llenas, y sin poder tirarlas porque no eran suyas, ni poder utilizarlas porque su cuerpo era demasiado grande para ellas… Cuando ya creía que iba a tener que meterse de nuevo en obras para ampliar sus sueños, vio salir por el caño a una pequeña noma que se peinaba la melena con el agua que vertía el grifo de la ducha… Vale, ya sé de quien son todas estas cosas, pensó… ahora me dirá que puedo hacer con ellas… pero la noma se revolcó en la bañera y parecía tan feliz que la tejedora no le quiso meter prisa… Hasta que con el sol y el agua se hizo tan grande como la glicinia del jardín y ya casi no cabía en la bañera, así que decidió partir para conocer nuevas fuentes. Pero como tenía miedo de perderse, antes de irse cogió un ovillo del tapiz que estaba a medio hacer y ató uno de los cabos al grifo de la ducha… Así siempre tendré una guía para regresar, le dijo a la tejedora… Y deshaciendo el ovillo se fue lejos atravesando valles y montañas … Cuando llegó a lo más alto era ya invierno, empezó a nevar y la noma-mujer se paró para contemplar la belleza del agua blanca sobre las cumbres… Allí perdida entre las montañas casi se olvidó del hilo que llevaba atado a una de sus muñecas, pero el deshielo se lo descubrió enredado entre las rocas y fue recogiéndolo poco a poco hasta que se encontró de nuevo en la bañera de la que había partido.

Pero ahora no sólo ella estaba mucho más crecida, las tablas de surf, los paraguas y las barcas eran de tamaño natural, y además en la bañera había juguetes, cunas, lavadoras y una cama grande, grande que se había traido enredada entre las lanas… No te preocupes, le dijo la tejedora, todo cabe en esta casa, y si no, se abren puertas y ventanas… Y una vez más la noma-mujer se revolcó en la bañera y jugando con el agua tibia se fue estirando, estirando, hasta que atravesó las cañerías y se sumergió en el pozo del que había salido aquel invierno lluvioso, y desde allí, se fue nadando sin parar hasta que llegó al mar. Pero tampoco esta vez se olvidó de llevar atado a su muñeca el hilo, ahora ya casi una liana dura y fuerte, del tapiz… Cuando sacó la cabeza de las aguas la luz y las flores le cubrieron de besos… Se encontraba tan a gusto en aquel mar que le había acogido que por primera vez pensó en descansar del hilo que le oprimía en la muñeca, así que se lo sacó y lo ató al teléfono para tenerlo localizado… Por el día, entre abrazos y besos, era de nuevo pequeña como una noma, pero por las noches crecía su imaginación y su cuerpo apenas cabía en la cama que le habían preparado. Cuando miraba al teléfono sentía nostalgia del otro cabo atado al grifo lejano y un día tiró de él para ver si así venía, y liando, liando, hizo un ovillo tan grande que ya no era un ovillo sino una bola inmensa de recuerdos, palabras, sueños y deseos… Tan grande y tan pesada era que no le cabía en su cama, y por las mañanas, aunque la intentaba esconder, siempre le salía por debajo de algún mueble… Así estuvo un tiempo, dándole vueltas a que hacer con esa bola caracola, hasta que una mañana de primavera, la metió en el ordenador para poderla ver en todas las prespectivas, y entonces, de sus manos libres salieron mil dibujos de futuro, textos de sueños y diseños de nuevas construcciones. Y primero diseñó un puente y luego soñó unas alas y también dibujó una barca más grande que la que había dejado atrás… y cuando se sintió satisfecha con sus planes, se puso manos a la obra, porque así, por tierra, por aire o por mar, siempre podría regresar, y volver a partir, y volver a regresar...

Y como ese día era su cumpleaños, desde el otro cabo de la liana la tejedora le regaló un tapiz de letras.

 

FELICIDADES

mi cuento de cumpleaños

Y se sentó el pajarito a escuchar por detrás de la ventana:
Y la vio dormida bajo el cielo de cristal. Era una mujer de pelo en pecho, quiero decir de pecho en el pelo, quiero decir con pecho y con pelo… quiero decir…. El pajarito se quedó boquiabierto mirando para la mujer… además del pecho y el pelo, tenía un sol colorado en las mejillas y la luna violeta en los ojos… estrellas de colores brincaban a su alrededor… y el agua punteaba un minueto en las fuentes… No, eran sus tripas, que no, que eran sus dientes, que no, que era la ducha … Y el pajarito se fue hasta la ducha….bummmm… brizzzzzz….. bribumbribri… bribrizzzz … Salió mojado, mojadito como cuando era una niña pequeña y parecía …, pues eso; un pajarito escaldado… Cucurrunchiño de mamá, preciosidad preciosa, mi reina de las tetitas… ¿Se fue el pajarito?... vuela por encima del arco iris… es una mariposa delicada y de colorines… no, es un colibrí cantor… Se va a buscar el mar, la luz azul de sus ojos, el sueño de mi sueños… Llevame en tus alas pajarito, dejame un lugar en el rincón más escondido de tus bolsillos, ese que está en tu tripita…en la mia … Un cordon umbilical lleno de sonrisas, de dudas y lágrimas de alegría… de cariño… brizzz, brizzzz, birimbí… Vuela mi niña, vuela que yo estoy contigo, vuela, que haremos del aire nuestro cordón umbilical… de ida vuelta, de vuelta e ida, que para eso somos mayores, desigual como es la mirada de atrás para adelante, de madre a hija, de mi para ti, de tí para mi, para ti, para ti… allí nos encontraremos, en ese lugar que aparece entre letras y por detrás de los pensamientos; Parati (Brasil)… ¿Por que no?...
–Me concede este baile, mi hermosa señora?... Le doy dos años para coger el billete, de ida… y de vuelta.
Y, va una, y van dos y van tres… te vas y vuelves… y te vas… y te quedas. Porque siempre has estado, porque trenzamos de risas y abrazos nuestro cordón, ese que se aleja y se acerca cada primavera cuando te escribo, y van una y van dos y van treinta y tres, cuando me siento a decirte lo mucho, mucho que te quiero… Mi querida y valiente mujer de pecho en pecho, o mejor aún de pecho y pelo.

Y el pajarito se fue a buscar otra conversación en una nueva ventana, le quedaban dos años antes de regresar a ese lugar desde donde vino volando un día de maio… Parati (Brasil)

Cacheiras, 7 de Maio de 2005

Vivo en una montaña con boquitas pintadas…

Cada boquita es una casa, con sus pasillos, salas y habitaciones…, más amplias o más chicas, y mejor o peor iluminadas.
En cada casa entro como Papá Noel, con mis sacos de historias alegres, de horas tristes, de soles tibios, de lunas claras, de aguas limpias y de abrazos fraternos, de encuentros deseados, de amargas injusticias, de pensamientos necios, de horas perdidas y de perfumes nuevos…
Estos días he llenado mi último saco. Camino con él. Pesa poquito, pues las cosas hermosas son cargas livianas dulces de llevar. Con este saco me quedaré yo… No lo llevaré a ninguna casa de las que se esconden tras las boquitas pintadas. Así, podré abrirlo en mis soledades y jugar con lo guardado…
Un día jugaré con el cariño; otro, con las palabras; otro con los silencios llenos de miradas; otro, con las sonrisas, los abrazos y los silencios llenos de miradas; otro, con los paseos compartidos y con los cansancios que entregamos al sueño… Otro, con el mañana, pues verte mañana hoy es mi deseo… Otro, con el desorden, la prisa, el frío otoñal de la vieja ciudad… que también esto fue vivido y coparte espacio con los demás compañeros.
Este es mi saco. Cuando camino, unas veces lo llevo a la espalda; otras, atado a mi cintura; otras, abrazado sobre mi pecho. En este caminar, los instantes felices que viven en mi saco, se chocan y entrelazan, y producen tal ruido que parece que pretenden llamar la atención de todo el mundo… Pero no es así. Tan sólo yo lo escucho, y también aquellos que cuentan con mi licencia.
Muchos días me siento sobre la hierba de mi montaña. Abro mi saco, tomo las cosas y las extiendo sobre la hierba pequeña y dura. Primero, las miro… y, después, las abrazo, juego con ellas, las dejo rodar, las beso, hablo con ellas, las invito a bailar… Después, las recojo, las introduzco en su saco y continúo mi quehacer…
Cuando me acerco a las boquitas pintadas para dejar momentos ya vividos, guardo el saco de mis felicidades, “mi hermoso saco”, dentro de mi corazón, para no perderlo o confundirlo con otro de los que llevo. Después, en mi soledad, lo vuelvo a poner en su sitio, donde pueda verlo, donde pueda abrirlo, donde pueda sentir su canto y su roce mientras camino.

Cuentos de Otoño

Hacía sólo una semana que había comenzado el otoño, pero los primeros fríos surgieron sin previo aviso, y el viento calido de días atrás, precipitó las nubes sobre las montañas que se deshicieron en lluvia blanca.
Y así eran sus cabellos, su bigote, su barba de dos días; como la nieve… alto y delgado, de ojos verdes como su montaña.
Ella guardaba aún el calor del Mediterráneo recién visitado, el sol y el viento que habían salpicado su piel con suaves manchas… y viajó hasta la montaña.
Una pequeña bolita de nieve que había dejado la lluvia de la noche anterior, apareció en el suelo escondida entre las hojas y las castañas…
Sus miradas se cruzaron al descubrirla, y sus manos la recogieron al unísono… después abrieron sus corazones para acomodarla y poderla observar con más detenimiento… y vieron con regocijo que sus palabras la agrandaban…

Y entonces él le dijo: Mi amor es como esta bolita de nieve, que se agranda en cada encuentro y con cada ausencia se renueva.
Y ella le contestó: Voy a construir en tu montaña una ladera por la que discurra, cada vez más suave, cada vez más larga, para que las rutinas no la precipiten al vacío, para que su final no se vislumbre.

Y en otoño la bolita de nieve comenzó a rodar por la montaña, las nubes y el viento la abrazaron, y con cada roce se hacía más grande y con cada palabra más firme.