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Tengo una libreta...

Tengo una libreta... Tengo una libreta que contiene una dedicatoria de I., en la que me dice que ojalá consiga llenar sus páginas de buen rollito. Y mira tú, que por más que lo intento se me antoja una misión imposible.
Cuando me ofrecieron este trabajo de verano, me encantó la idea de volver a pasar una temporada en este pueblo de sinuosas montañas y tranuilos valles; pero ahora, después de dos meses de estancia, siento que me ahogo... he dejado de escribir, no me concentro para leer porque sin querer, tengo la cabeza ocupada en "pequeñeces", en el día a día descubres las mezquindades que te rodean... dice mi antípoda que si no te enteras de todos los "dimes y diretes" la vida en comunidad te resulta más agradable... y una vez más tengo ue darle la razón. No me importa si los adultos inmaduros piensan que tengo un trio con I. y S.; no me importa si la panda de E. piensa que soy una lesbiana que no ha salido del armario (que debe de ser enorme para que yo no salga de ese fondo de armario), no me importa que los veinteañeros me vean vieja, gorda y bajita... no me importa si la mitad de un pueblo está enfrentada con la otra mitad, no me importa si las personas (o debería decir "gente") entran y salen de mi vida como de un café... durante una temporada llegué a sentirme esponja: absorbía toda la información que la gente se empeñaba en proporcionarme. Ahora ya no quiero saber nada de nadie, ahora ya no me importa nada de este pequeño mundo que me rodea y que con su vorágine de mezquindad me vuelve tan cativa. Este lugar, este espacio sirvió para darme alas en un momento de mi vida en el que necesitaba volar,y ahora me demuestra que el anonimato o intimidad es uno de los motivos por los que las cortinas son tan importantes en la vida de comunidad, es uno de los motivos por los que mi "comuna de ancianos" NUNCA podrá llevarse a cabo.
Conclusión... el continente sería perfecto sin el contenido.

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